La desdicha hace que Dios est´e ausente durante un tiempo, m´as ausente queun muerto, m´as ausente que la luz en una oscura mazmorra. Una especie de horrorinunda toda el alma y durante esta ausencia no hay nada que amar. Y lo m´as terriblees que si, en estas tinieblas en las que no hay nada que amar, el alma deja de amar,la ausencia de Dios se hace definitiva. Es preciso que el alma contin´ue amando enel vac´ıo, o que, al menos, desee amar, aunque sea con una parte infinitesimal des´ı misma. Entonces Dios vendr´a un d´ıa a mostr´arsele y a revelarle la belleza delmundo, como ocurri´o en el caso de Job. Pero si el alma deja de amar, cae en algomuy semejante al infierno.Por este motivo, quienes precipitan en la desdicha a los que no est´an preparadospara recibirla, matan sus almas. Por otra parte, en una ´epoca como la nuestra, enque la desdicha est´a suspendida sobre todos, el servicio a las almas no es eficaz sino las prepara realmente para la desdicha. Lo que no es poco.La desdicha endurece y desespera porque imprime en el fondo del alma, comoun hierro candente, un desprecio, una desaz´on, una repulsi´on de s´ı mismo, unasensaci´on de culpabilidad y de mancha, que el crimen deber´ıa l´ogicamente produciry no produce. El mal habita en el alma del criminal sin que ´este lo perciba; la ques´ı lo percibe es el alma del inocente desdichado. Parece como si el estado del almaque por esencia corresponder´ıa al criminal hubiese sido separado del crimen y unidoa la desdicha, en proporci´on incluso a la inocencia del desdichado.Si Job grita su inocencia de forma tan desesperada, es porque ´el mismo no llegaa creerla y porque dentro de s´ı su alma toma el partido de sus amigos. Implora eltestimonio de Dios porque ya no oye el de su propia conciencia, que no es para ´elsino un recuerdo abstracto y muerto.La naturaleza carnal es com´un al hombre y al animal. Las gallinas se precipitana picotazos sobre la que est´a herida. Es un fen´omeno tan mec´anico como la grave-
dad. Todo el desprecio, la repulsi´on y el odio que nuestra raz´on asocia al crimen,lo vincula nuestra sensibilidad a la desdicha. Exceptuando a aqu´ellos cuya almaest´a enteramente ocupada por Cristo, todo el mundo desprecia en mayor o menorgrado a los desdichados, aunque casi nadie tenga conciencia de ello.Esta ley de nuestra sensibilidad es aplicable tambi´en respecto a nosotros. Eldesprecio, la repulsi´on, el odio, se vuelve en el desdichado contra s´ı mismo, penetrahasta el centro de su alma y desde all´ı ti˜ne con matiz venenoso el universo entero. Elamor sobrenatural, si ha sobrevivido, puede impedir este segundo efecto, mas no elprimero. El primero es la esencia misma de la desdicha; no hay desdicha all´ı dondeno se produce.
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Fue hecho maldici´on por nosotros
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. No es s´olo el cuerpo de Cristo colgado delmadero lo que fue hecho maldici´on, sino toda su alma. De la misma forma, todoinocente se siente maldito en la desdicha. Y otro tanto ocurre con aquellos queestuvieron en la desdicha y salieron de tal situaci´on por un sesgo de la fortuna, si sevieron profundamente afectados por ella.Adem´as, la desdicha hace del alma, poco a poco, su c´omplice, inyectando enella un veneno de inercia. En cualquiera que haya estado en la desdicha durante un3
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