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EL AMOR A DIOS Y LA DESDICHAA la espera de Dios. (1942)
Simone Weil 
En el ´ambito del sufrimiento, la desdicha es algo aparte, espec´ıfico, irreductible;algo muy distinto al simple sufrimiento. Se adue˜na del alma y la marca, hasta elfondo, con una marca que s´olo a ella pertenece, la marca de la esclavitud. La escla-vitud tal como se practicaba en la antigua Roma es solamente la forma extrema dela desdicha. Los antiguos, que conoc´ıan bien estas cosas, dec´ıan:
((
Un hombre pierdela mitad de su alma el d´ıa que se convierte en esclavo
))
.La desdicha es inseparable del sufrimiento f´ısico sin embargo, completamentedistinta. En el sufrimiento, todo lo que no est´a ligado al dolor f´ısico o a algo an´alogoes artificial, imaginario, y puede ser anulado por una disposici´on adecuada del pen-samiento. Incluso en la ausencia o la muerte de un ser amado, la parte irreductibledel pesar es algo semejante a un dolor f´ısico, una dificultad para respirar, un nudoque aprieta el coraz´on, una necesidad insatisfecha, un hambre, o el desorden casibiol´ogico originado por la liberaci´on brutal de una energ´ıa hasta entonces orientadapor un apego y que deja de estar encauzada. Un dolor que no est´a concentrado deesta forma en torno a un n´ucleo irreductible es simple romanticismo, mera literatu-ra. La humillaci´on es tambi´en un estado violento de todo el ser corporal que quieresaltar ante el ultraje pero debe contenerse, forzado por la impotencia o por el miedo.Al contrario, un dolor exclusivamente f´ısico es muy poca cosa y no deja huellaninguna en el alma. El dolor de muelas es un ejemplo. Unas horas de violento dolorocasionado por un diente picado no son nada una vez que han pasado.Otra cosa es si se trata de un sufrimiento f´ısico muy largo o muy frecuente. Peroun sufrimiento de esta clase es a menudo algo muy distinto a un sufrimiento; es m´asbien una desdicha.La desdicha es un desarraigo de la vida, un equivalente m´as o menos atenuadode la muerte, que se hace presente al alma de manera ineludible por el impacto deldolor f´ısico o el temor ante su inmediatez. Si el dolor f´ısico est´a ausente por completono hay desdicha para el alma, pues el pensamiento puede ser dirigido hacia cualquierotro objeto. El pensamiento huye de la desdicha tan pronta e irresistiblemente comoun animal huye de la muerte. S´olo el dolor f´ısico tiene en este mundo la propie-dad de encadenar al pensamiento; a condici´on de que en el dolor f´ısico se incluyanciertos fen´omenos dif´ıciles de describir, pero corporales, que le son rigurosamenteequivalentes. El temor al dolor f´ısico, en particular, es de esta especie.Cuando un dolor f´ısico, aunque sea ligero, fuerza al pensamiento a reconocer lapresencia de la desdicha, se produce un estado tan violento como s´ı un condena-1
 
do fuese obligado a mirar durante horas la guillotina que le va a cortar el cuello.Hay seres humanos que pueden vivir veinte a˜nos, cincuenta a˜nos, en este estado deviolencia. Se pasa a su lado sin advertirlo. ¿Qu´e hombre podr´a reconocerles si elpropio Cristo no mira por sus ojos? Se repara tan s´olo en que tienen a veces uncomportamiento extra˜no y se censura su conducta.olo hay verdadera desdicha si el acontecimiento que se ha adue˜nado de una viday la ha desarraigado la alcanza directa o indirectamente en todas sus partes, social,psicol´ogica, f´ısica. El factor social es esencial. No hay realmente desdicha donde nohay degradaci´on social en alguna de sus formas o conciencia de esa degradaci´on.Entre la desdicha y los dolores que, aun siendo muy violentos, profundos o dura-deros, son distintos a la desdicha propiamente dicha, existe a la vez la continuidad yla separaci´on de un umbral, como en la temperatura de ebullici´on del agua. Hay unımite as all´a del cual se encuentra la desdicha, pero no m´as ac´a. Este l´ımite no es rigurosamente objetivo, pues en su determinaci´on intervienen toda clase de factorespersonales. Un mismo acontecimiento puede sumir a un ser humano en la desdichay no a otro.El gran enigma de la vida no es el sufrimiento sino la desdicha. No es sorprendenteque seres inocentes sean asesinados, torturados, desterrados, reducidos a la miseriao a la esclavitud, encerrados en campos de concentraci´on o en calabozos, puestoque existen criminales capaces de llevar a cabo esas acciones. No es sorprendentetampoco que la enfermedad imponga largos sufrimientos que paralizan la vida yhacen de ella una imagen de la muerte, puesto que la naturaleza est´a sometida a un juego ciego de necesidades mec´anicas. Pero es sorprendente que Dios haya dado ala desdicha el poder de introducirse en el alma de los inocentes y apoderarse de ellacomo due˜na y se˜nora. En el mejor de los casos, aqu´el a quien marca la desdicha noconservar´a as que la mitad de su alma.Quien ha sido alcanzado por uno de esos golpes que hacen que una persona seretuerza por el suelo como un gusano medio aplastado, no tiene palabras para expre-sar lo que le ocurre. Los que le rodean, incluso aqu´ellos que han sufrido mucho, nopueden hacerse idea eje lo que significa la desdicha si no han estado en contacto conella. Es algo espec´ıfico y irreductible a cualquier otra cosa; como los sonidos, de losque nadie puede dar una idea a un sordomudo. Aqu´ellos que han sido mutilados porla desdicha no est´an en condiciones de prestar ayuda a nadie y son incapaces inclusode desearlo. As´ı pues, la compasi´on para con los desdichados es una imposibilidad.Cuando verdaderamente se produce, es un milagro m´as sorprendente que el caminarsobre las aguas, la curaci´on de un enfermo o incluso la resurrecci´on de un muerto.La desdicha oblig´o a Cristo a suplicar que se apartara de ´el el aliz, a buscarconsuelo junto a los hombres, a creerse abandonado de su Padre. Oblig´o tambena un justo a gritar contra Dios, un justo tan perfecto como la naturaleza humanalo permite, m´as a´un, quiz´a, si Job no es tanto un personaje hist´orico como una representaci´on de Cristo.
((
Se r´ıe de la desdicha de los inocentes
))
. Esto no es unablasfemia sino un aut´entico grito arrancado al dolor. El libro de Job es de principioa fin una pura maravilla de verdad y autenticidad. Respecto a la desdicha, todo loque se aparta de este modelo est´a manchado, en mayor o menor grado, de mentira.2
 
La desdicha hace que Dios est´e ausente durante un tiempo, as ausente queun muerto, m´as ausente que la luz en una oscura mazmorra. Una especie de horrorinunda toda el alma y durante esta ausencia no hay nada que amar. Y lo m´as terriblees que si, en estas tinieblas en las que no hay nada que amar, el alma deja de amar,la ausencia de Dios se hace definitiva. Es preciso que el alma contin´ue amando enel vac´ıo, o que, al menos, desee amar, aunque sea con una parte infinitesimal des´ı misma. Entonces Dios vendr´a un d´ıa a mostr´arsele y a revelarle la belleza delmundo, como ocurri´o en el caso de Job. Pero si el alma deja de amar, cae en algomuy semejante al infierno.Por este motivo, quienes precipitan en la desdicha a los que no est´an preparadospara recibirla, matan sus almas. Por otra parte, en una ´epoca como la nuestra, enque la desdicha est´a suspendida sobre todos, el servicio a las almas no es eficaz sino las prepara realmente para la desdicha. Lo que no es poco.La desdicha endurece y desespera porque imprime en el fondo del alma, comoun hierro candente, un desprecio, una desaz´on, una repulsi´on de s´ı mismo, unasensaci´on de culpabilidad y de mancha, que el crimen deber´ıa l´ogicamente produciry no produce. El mal habita en el alma del criminal sin que ´este lo perciba; la ques´ı lo percibe es el alma del inocente desdichado. Parece como si el estado del almaque por esencia corresponder´ıa al criminal hubiese sido separado del crimen y unidoa la desdicha, en proporci´on incluso a la inocencia del desdichado.Si Job grita su inocencia de forma tan desesperada, es porque ´el mismo no llegaa creerla y porque dentro de s´ı su alma toma el partido de sus amigos. Implora eltestimonio de Dios porque ya no oye el de su propia conciencia, que no es para ´elsino un recuerdo abstracto y muerto.La naturaleza carnal es com´un al hombre y al animal. Las gallinas se precipitana picotazos sobre la que est´a herida. Es un fen´omeno tan mec´anico como la grave- dad. Todo el desprecio, la repulsi´on y el odio que nuestra raz´on asocia al crimen,lo vincula nuestra sensibilidad a la desdicha. Exceptuando a aqu´ellos cuya almaest´a enteramente ocupada por Cristo, todo el mundo desprecia en mayor o menorgrado a los desdichados, aunque casi nadie tenga conciencia de ello.Esta ley de nuestra sensibilidad es aplicable tambi´en respecto a nosotros. Eldesprecio, la repulsi´on, el odio, se vuelve en el desdichado contra s´ı mismo, penetrahasta el centro de su alma y desde all´ı ti˜ne con matiz venenoso el universo entero. Elamor sobrenatural, si ha sobrevivido, puede impedir este segundo efecto, mas no elprimero. El primero es la esencia misma de la desdicha; no hay desdicha all´ı dondeno se produce.
((
Fue hecho maldici´on por nosotros
))
. No es s´olo el cuerpo de Cristo colgado delmadero lo que fue hecho maldici´on, sino toda su alma. De la misma forma, todoinocente se siente maldito en la desdicha. Y otro tanto ocurre con aquellos queestuvieron en la desdicha y salieron de tal situaci´on por un sesgo de la fortuna, si sevieron profundamente afectados por ella.Adem´as, la desdicha hace del alma, poco a poco, su c´omplice, inyectando enella un veneno de inercia. En cualquiera que haya estado en la desdicha durante un3
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